Matanza en las calles de Puerto Príncipe mientras el mundo se detiene en una intervención prometida para Haití
Una mujer mete a su hijo pequeño en un automòvil que espera, medio arrastrándolo mientras le protege los ojos. Otros miembros de la familia lo siguen con pesadas maletas, desviando también la mirada. Están abandonando la ciudad, a pesar de que conducir por carreteras controladas por pandillas es arriesgado.
Durante tres semanas, la capital de Haití ha estado atrapada en un ciclo sangriento que excede con creces los secuestros y la violencia de las pandillas por los que ya era conocida. Una liga insurgente de bandas fuertemente armadas está librando la guerra en la propia ciudad, buscando nuevos territorios y atacando a la Policía y las instituciones estatales.